Imagen: Disney ABC Television Group en Flickr (CC)
¿Es posible que
una gala de tres horas y media de duración no se haga eterna? Sí. A ver, claro
está que hubo momentos en que se hizo un poco pesada, pero se pudo digerir
bastante bien.
Gran parte de
la culpa la tuvo el maestro de ceremonias de la 85 edición de los Oscar, Seth
MacFarlane. El Buenafuente yanqui desbordó desparpajo, naturalidad e
ingenio en cada una de sus
intervenciones. Este polifacético presentador cantó, bailó, criticó,
actúo y dirigió ácidos comentarios hacia las estrellas presentes en el teatro
Dolby de Los Ángeles.
Al lado del espectáculo hollywoodiense, la gala de los Goya de la semana pasada como que pierde un poco. Aunque no queda nada por inventar con respecto a este tipo de actos y todo el mundo utiliza los mismos recursos, ellos nos ganan por goleada, eso hay que reconocerlo. Allí, por ejemplo, tuvieron al Capitán Kirk de Star Trek llegado desde el mismísimo futuro y nosotros, en cambio, tuvimos hace unos años a Pocoyo que ni siquiera sabe hablar...
Bueno, y si nos
referimos a los números musicales no hay color. La Academia decidió apostar
este año por dar mayor protagonismo a la música y pudimos gozar de canciones de
bandas sonoras como Chicago, Dreamgirls o Los Miserables, mención especial para esta última que fue impresionante.
Por otro lado, Barbra Streisand
(claro ejemplo del conocido efecto Benjamin Button) puso la voz al ‘In
Memoriam’ de los profesionales del cine desaparecidos. También hubo un homenaje
a la saga James Bond por su cincuenta aniversario gracias al cual pudimos escuchar
a Shirley Bassey y su mítico Goldfinger. Por cierto, añadir que,
entre esta actuación y los numerosísimos cortes publicitarios, hubo momentos en
que no sabía si estaba viendo la gala de los Oscar o a Roko en la final de Tu cara me suena en Antena 3. El colofón
musical llegó de la mano de la gran Adele
que llenó el escenario con su voz antes de llevarse el Oscar a Mejor Canción
Original por su Skyfall.
Además, ellos
son más prácticos y si los premiados empiezan a dormir al personal con sus
discursos pues les ponen los acordes del mítico Tiburón de Spielberg y quedan despachados. De este modo, los
discursos son cortos y directos y la gala no pierde ritmo. Aunque este método
no sirve para Quentin Tarantino,
ganador del Oscar a Mejor Guión Original
por Django desencadenado, que hizo parar la música y siguió
hablando. Todo un personaje, a la par que genio.
Y es que ‘Usa is different’. Sólo allí el pelo de actores
como John Travolta crece en vez de
decrecer, las mujeres mayores parecen hijas de sus nietas y el mejor premio de
la gala es anunciado por la esposa del Presidente. Sí. Michelle Obama fue la encargada de desvelar el nombre de la
película ganadora del Oscar. Un momento raro, raro. ¿Os imagináis a Sonsoles o a ‘la Botella’ diciendo
el nombre de los ganadores en anteriores ediciones de los Goya? En fin, no
entiendo qué pintaba ahí la primera dama norteamericana, como tampoco sé qué
hacía Sonia Monroy en la Alfombra Roja…ellos son así.
Ahora bien,
nuestras anécdotas en este tipo de galas molan mucho más. Lo único destacable a
nivel curioso de los Oscar fue el empate que hubo en el premio a Mejor Montaje de Sonido que fue para Los Miserables y para Skyfall, algo que no ocurría desde 1969.
Nada impactante, ni comparable a nuestra Adriana
Ugarte anunciando el nombre del ganador que no era. En esto, somos muy
superiores.
En definitiva,
que estamos a años luz de la estela cinematográfica norteamericana, algo que
salta a la vista sólo comparando los galardones: su estatuilla es una figura
esbelta bañada en oro de 24 quilates y la nuestra un cabezón de bronce. Sin
embargo, prefiero que nuestros premios sean más cutres pero lleven el nombre de
un histórico pintor a tener unos premios muy glamurosos con nombre de
salchichas.
Sin grandes sorpresas
La parte más aburrida de la gala fue irónicamente el motivo por el
que se celebraba: la entrega de premios. Totalmente previsible, los favoritos
se llevaron a casa sus estatuillas, mientras los demás nominados quedaban como
meros espectadores de lujo.
La factoría Disney sumó
dos nuevos Oscar a su palmarés gracias a la película Brave y al cortometraje Paperman,
mientras que La Vida de Pi como era obvio fue reconocida por su
espectacularidad visual con el galardón a Mejor
Fotografía y Mejores Efectos Especiales. Por su parte, muy merecido fue el
Oscar que consiguió Los Miserables a Mejor Mezcla de Sonido ya que
recordemos que todas las canciones de la película se rodaron en directo y en
vivo.
También por Los Miserables, se alzó con el Oscar a Mejor Actriz de Reparto la
Princesa de Georgia, Anne Hathaway,
algo que estaba cantado (nunca mejor dicho).
Por otro lado, el Oscar a Mejor
Actriz Principal fue para Jennifer Lawrence que yo no sé si se pisó el vestido o tropezó, pero lo cierto es que
acabó besando las escaleras del escenario. La torpeza de esta chica empieza a
ser preocupante ya que en los Globos de Oro también tuvo un traspié y se rompió
el vestido.
Ben Affleck, el gran olvidado por la Academia, consiguió el premio
a Mejor Guión Adaptado y también se
llevó la niña bonita de la noche, el codiciado Oscar a Mejor Película para su Argo, lo que compensó un poco su
ausencia en la categoría de mejor director. Precisamente, el Oscar a Mejor Director fue para Ang Lee por la Vida de 3,1416.
Con este premio discrepo, yo lo siento pero a pesar de que la película es una
delicia visual, a mi me aburrió mucho, intenta ser transcendental de una forma
tan metafórica que se olvida que lo verdaderamente significativo está en los
más mundano.
Por lo que respecta a nuestros representantes no hubo suerte y se
fueron de vacío. Ni Naomi Watts,
protagonista de Lo Imposible de J.A. Bayona, ni Paco Delgado, responsable de vestuario de Los Miserables, fueron premiados. Al borde del drama estuvo Steven Spielberg, que menos mal que J.L.Lewis ganó el Oscar a Mejor Actor por Lincoln y salvó un poco los muebles
de una noche que podría haber sido desastrosa.
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