26 de febrero de 2013

'And the Oscar goes to...'

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Imagen: Disney ABC Television Group en Flickr (CC)

¿Es posible que una gala de tres horas y media de duración no se haga eterna? Sí. A ver, claro está que hubo momentos en que se hizo un poco pesada, pero se pudo digerir bastante bien.

Gran parte de la culpa la tuvo el maestro de ceremonias de la 85 edición de los Oscar, Seth MacFarlane. El Buenafuente yanqui desbordó desparpajo, naturalidad e ingenio en cada una de sus  intervenciones. Este polifacético presentador cantó, bailó, criticó, actúo y dirigió ácidos comentarios hacia las estrellas presentes en el teatro Dolby de Los Ángeles.

Al lado del espectáculo hollywoodiense, la gala de los Goya de la semana pasada como que pierde un poco. Aunque no queda nada por inventar con respecto a este tipo de actos y todo el mundo utiliza los mismos recursos, ellos nos ganan por goleada, eso hay que reconocerlo. Allí, por ejemplo, tuvieron al Capitán Kirk de Star Trek llegado desde el mismísimo futuro y nosotros, en cambio, tuvimos hace unos años a Pocoyo que ni siquiera sabe hablar...

Bueno, y si nos referimos a los números musicales no hay color. La Academia decidió apostar este año por dar mayor protagonismo a la música y pudimos gozar de canciones de bandas sonoras como Chicago, Dreamgirls o Los Miserables, mención especial para esta última que fue impresionante. Por otro lado, Barbra Streisand (claro ejemplo del conocido efecto Benjamin Button) puso la voz al ‘In Memoriam’ de los profesionales del cine desaparecidos. También hubo un homenaje a la saga James Bond por su cincuenta aniversario gracias al cual pudimos escuchar a Shirley Bassey y su mítico Goldfinger. Por cierto, añadir que, entre esta actuación y los numerosísimos cortes publicitarios, hubo momentos en que no sabía si estaba viendo la gala de los Oscar o a Roko en la final de Tu cara me suena en Antena 3. El colofón musical llegó de la mano de la gran Adele que llenó el escenario con su voz antes de llevarse el Oscar a Mejor Canción Original por su Skyfall.



Además, ellos son más prácticos y si los premiados empiezan a dormir al personal con sus discursos pues les ponen los acordes del mítico Tiburón de Spielberg y quedan despachados. De este modo, los discursos son cortos y directos y la gala no pierde ritmo. Aunque este método no sirve para Quentin Tarantino, ganador del Oscar a Mejor Guión Original por Django desencadenado, que hizo parar la música y siguió hablando. Todo un personaje, a la par que genio.

Y es que ‘Usa is different’. Sólo allí el pelo de actores como John Travolta crece en vez de decrecer, las mujeres mayores parecen hijas de sus nietas y el mejor premio de la gala es anunciado por la esposa del Presidente. Sí. Michelle Obama fue la encargada de desvelar el nombre de la película ganadora del Oscar. Un momento raro, raro.  ¿Os imagináis a Sonsoles o a ‘la Botella’ diciendo el nombre de los ganadores en anteriores ediciones de los Goya? En fin, no entiendo qué pintaba ahí la primera dama norteamericana, como tampoco sé qué hacía Sonia Monroy en la Alfombra Roja…ellos son así.

Ahora bien, nuestras anécdotas en este tipo de galas molan mucho más. Lo único destacable a nivel curioso de los Oscar fue el empate que hubo en el premio a Mejor Montaje de Sonido que fue para Los Miserables y para Skyfall, algo que no ocurría desde 1969. Nada impactante, ni comparable a nuestra Adriana Ugarte anunciando el nombre del ganador que no era. En esto, somos muy superiores.

En definitiva, que estamos a años luz de la estela cinematográfica norteamericana, algo que salta a la vista sólo comparando los galardones: su estatuilla es una figura esbelta bañada en oro de 24 quilates y la nuestra un cabezón de bronce. Sin embargo, prefiero que nuestros premios sean más cutres pero lleven el nombre de un histórico pintor a tener unos premios muy glamurosos con nombre de salchichas.

Sin grandes sorpresas
La parte más aburrida de la gala fue irónicamente el motivo por el que se celebraba: la entrega de premios. Totalmente previsible, los favoritos se llevaron a casa sus estatuillas, mientras los demás nominados quedaban como meros espectadores de lujo.

La factoría Disney sumó dos nuevos Oscar a su palmarés gracias a la película Brave y al cortometraje Paperman, mientras que La Vida de Pi como era obvio fue reconocida por su espectacularidad visual con el galardón a Mejor Fotografía y Mejores Efectos Especiales. Por su parte, muy merecido fue el Oscar que consiguió Los Miserables a Mejor Mezcla de Sonido ya que recordemos que todas las canciones de la película se rodaron en directo y en vivo.


También por Los Miserables, se alzó con el Oscar a Mejor Actriz de Reparto la Princesa de Georgia, Anne Hathaway, algo que estaba cantado (nunca mejor dicho).  Por otro lado, el Oscar a Mejor Actriz Principal fue para Jennifer Lawrence que yo no sé si se pisó el vestido o tropezó, pero lo cierto es que acabó besando las escaleras del escenario. La torpeza de esta chica empieza a ser preocupante ya que en los Globos de Oro también tuvo un traspié y se rompió el vestido.

Ben Affleck, el gran olvidado por la Academia, consiguió el premio a Mejor Guión Adaptado y también se llevó la niña bonita de la noche, el codiciado Oscar a Mejor Película para su Argo, lo que compensó un poco su ausencia en la categoría de mejor director. Precisamente, el Oscar a Mejor  Director fue para Ang Lee por la Vida de 3,1416. Con este premio discrepo, yo lo siento pero a pesar de que la película es una delicia visual, a mi me aburrió mucho, intenta ser transcendental de una forma tan metafórica que se olvida que lo verdaderamente significativo está en los más mundano.

Por lo que respecta a nuestros representantes no hubo suerte y se fueron de vacío. Ni Naomi Watts, protagonista de Lo Imposible de J.A. Bayona, ni Paco Delgado, responsable de vestuario de Los Miserables, fueron premiados. Al borde del drama estuvo Steven Spielberg, que menos mal que J.L.Lewis ganó el Oscar a Mejor Actor por Lincoln y salvó un poco los muebles de una noche que podría haber sido desastrosa. 


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